La Casa Blanca afirma que la “invasión migrante” ha terminado. Pero, ¿es el cierre de un ciclo o el inicio de un nuevo episodio?
Este jueves, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, declaró oficialmente el fin de la crisis migratoria en la frontera sur de Estados Unidos. Aseguró que el presidente Donald Trump ha cumplido su promesa de detener la “invasión” de migrantes indocumentados en “tiempo récord”, sellando completamente la frontera con México y aumentando las deportaciones.

Deportaciones sin pausa
La vocera enfatizó que, por segundo mes consecutivo, no se ha liberado a ningún extranjero indocumentado en la frontera suroeste del país. Además, resaltó que el ICE ha intensificado los operativos en todo el país, incluyendo la detención de varios migrantes mexicanos con antecedentes criminales graves.
Entre los casos mencionados:
- Un hombre condenado por intento de violación de una menor en Carolina del Norte (detenido en Atlanta).
- Un individuo con condena por agresión sexual agravada a un menor en Texas (Houston).
- Un hombre de 32 años, condenado por abuso infantil (Salt Lake City).
- Otro mexicano con antecedentes por agresión sexual agravada (San Antonio).
¿Un giro definitivo?
Aunque la administración Trump presume control total sobre la frontera, la discusión sobre si la crisis migratoria ha terminado o simplemente ha mutado de forma sigue abierta. Las causas estructurales de la migración —violencia, pobreza, desastres climáticos— siguen vigentes, especialmente en Centroamérica.
Los expertos advierten que, aunque la reducción en detenciones es un indicador operativo, no representa necesariamente una disminución del fenómeno migratorio, sino un cambio en su manifestación o en la forma de contabilizarlo.

Un nuevo frente político
Trump ha hecho de la migración una pieza central de su narrativa política. Bajo su estandarte de “Make America Safe Again”, ha intensificado controles, deportaciones y la retórica nacionalista. Este enfoque ha polarizado a la opinión pública y redefinido las relaciones con países del sur, incluido México.
Con la campaña presidencial en curso, Trump capitaliza estas acciones como prueba de cumplimiento de promesas, mientras que sus críticos señalan violaciones a derechos humanos, falta de enfoque integral y una narrativa basada en el miedo.